Gaudí y el papa XX: La infalibilidad papal

Durante los primeros meses de 1910, se preparó en los talleres de la Sagrada Família el material que habría de exponerse en el espacio dedicado a Gaudí en el Salon de Beaux Arts de París, que se abrió en el Gran Palais del 15 de abril al 30 de junio. Con este motivo, se confeccionó en el obrador del arquitecto la maqueta de yeso de la Fachada del Nacimiento, de unos cuatro metros de altura. Don Anton solía sentarse junto a la ventana, para leer los Evangelios, el Année Liturgique de Guéranger y otros libros que ilustraban su lenta labor creativa. En aquella maqueta, se determinaron las partes de la Fachada del Nacimiento que aún no habían sido proyectadas: las agujas culminantes de las cuatro torres, los terminales superiores de los tres portales y los bocetos de muchos de los grupos escultóricos. Para culminar el portal de la Fe, Gaudí colocó una gran lámpara de aceite de tres mechas, representativa de la Santísima Trinidad, principal misterio de la Fe. Sobre ella, una bella imagen de la Inmaculada Concepción, bajo la diestra de Dios con un ojo incrustado, que representa, como en el Medioevo, la suma y omnipotente sabiduría de Dios que conoce y gobierna todo lo que ocurre en el Universo, ya que el hombre creyente se distingue de los demás por su fe en la Divina Providencia. Estos tres símbolos están enmarcados por un trípode por el que trepa una parra con sus racimos y culmina junto a un ramillete de espigas: la Eucaristía, según los Evangelios, es la prueba más alta de la fe, ya no para los hombres creyentes o monoteístas, sino para los propios discípulos de Jesús e incluso para sus apóstoles. Gaudí, pues, escogió para acompañar la representación de la Santísima Trinidad tres elementos: la Inmaculada Concepción, la Divina Providencia y la Eucaristía. Los dos últimos provienen de los Evangelios, de las palabras de Jesús. El primero, en cambio, proviene del Magisterio de la Iglesia, es decir de la palabra del papa. Para mayor énfasis, se trataba entonces del último dogma proclamado por la autoridad suprema de la Iglesia católica. La Inmaculada Concepción había sido declarada como verdad de fe obligatoria para todos los católicos por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, cuando Anton Gaudí tenía dos años y medio. Los protestantes y otras confesiones cristianas, ajenas a la autoridad espiritual del papa, rechazaban esta doctrina o, en todo caso, no la consideraban obligatoria. En conclusión: al plasmar plásticamente la virtud de la Fe, el arquitecto Gaudí quiso incluir la fe en el papa, en su infalibilidad para definir las verdades espirituales, tal como había sido aprobado –en medio de una gigantesca controversia- por la constitución “Pastor Aeternus”, el 18 de julio de 1870, en la cuarta sesión de concilio Vaticano I, convocado por el propio Pío IX para posicionar a la Iglesia ante la ciencia moderna, entre otros asuntos.

Josep Maria Tarragona, 26-VIII-2013
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Última actualización: 06/05/2016