1881: La casa es la nación de la familia

En 1880, se había convocado un concurso para la construcción del casino de la ciudad vasca de Donosti y Gaudí participó enviando el 26 de febrero de 1881 un proyecto que sumaba elementos de la fuente monumental de la plaza de Catalunya y del patio de la Generalitat. El jurado premió el proyecto de Luis Aladren y Adolfo Morales, que es el que se construyó. Gaudí se sintió incómodo: pidió por escrito que le devolvieran su proyecto y no se presentó a muchos concursos más. Por ejemplo, se le insistió a hacerlo al del Teatro de su ciudad, Reus, pero no quiso aceptar. Durante este año, se hicieron los muebles del panteón de Comillas. Era el primer encargo que Eusebi Güell le había hecho, en 1878. Se trataba de unos muebles para el palacio de Sobrellano, que su suegro, el primer marqués de Comillas, estaba comenzando a levantar en su villa de origen, Comillas, en el Norte de España, siguiendo el proyecto de Joan Martorell. Como el arquitecto, compañero de Gaudí y asimismo ayudante de Martorell Camil Oliveras i Gensana ya tenía este encargo, Gaudí no quiso pisárselo y los muebles a él encargados se destinarían al panteón, una construcción vecina al palacio, también proyectada por Joan Martorell y de estilo neogótico. Gaudí hizo dos sitiales con sus reclinatorios y los bancos. Son un ejemplo de construcción gótica, siguiendo los tratados de Viollet-le-Duc. En los laterales, muy esculturados, aparece la talla del dragón alado, símbolo del yelmo de Jaime I, muy utilizado por el joven arquitecto. Gaudí dirigió personalmente el modelo de yeso de este dragón, preparado por su amigo Llorenç Matamala, y el trabajo de los ebanistas en el taller de su amigo el carpintero Eudald Puntí, especialmente de los bancos de iglesia. Iba señalando a los operarios las envolventes alabeadas que rigen el “movimiento” del conjunto. Los mismos operarios quedaron admirados al comparar aquellos muebles con otros que habían ejecutado sin la guía personal de Gaudí. También dirigió en ambos talleres la construcción de las piezas de un lujoso kiosco, encargado por Eusebi Güell para agasajar al rey en el palacio de su suegro. Por otra parte, Gaudí continuaba dedicando su tiempo a los asuntos públicos. La Catalanista le nombró miembro de la comisión que estudiaría la Reforma de Barcelona y entregaría un dictamen oficial al Ayuntamiento. Es más, los días 1 y 2 de febrero de 1881 publicó un artículo en “La Renaixensa”. Es su primer escrito en lengua catalana. Se trata de una reseña de la primera Exposición de Artes Decorativas, en el Instituto del Foment del Treball Nacional. Gaudí, pues, había estudiado por su cuenta la escritura en su lengua catalana e intervenía por primera vez en la opinión pública, como ya había visto hacer a su difunto hermano Francesc y como él mismo había pensado unos años antes para colocar al Ayuntamiento su proyecto de fuente monumental de la plaza de Catalunya. En su crítica de arte, Gaudí explica sus ideas sobre el diseño industrial, que le parece inexistente en el país y muy necesario. Propugna la creación de una Escuela de Dibujo Industrial en la Escuela de Arquitectura, similar a la Escuela de Artes y Oficios de la Escuela de Ingenieros Industriales. Recomienda estudiar los objetos antiguos, más que copiar a los franceses, buscando ideas ornamentales, representativas y colorísticas: “Pocos son los objetos modernos que pueden resistir airosos la comparación con los antiguos.” En la segunda parte del artículo, el joven Gaudí afirma: “Los muebles expuestos son casi todos de una forma y un gusto bastante vulgares (...) La superioridad del gusto en la modestia de los muebles de la Sección de Antiguedades es evidente.” En Metalistería, Gaudí alaba la fábrica de armas de Toledo y un altar, que probablemente era obra de Joan Martorell. Y en Cerámica, se lamenta del olvido de los platos de reflejos metálicos. Unos días después, Gaudí hizo su contribución personal, la modesta cantidad de cinco pesetas, a la construcción de una instalación científica: el Observatori-Refugi del Montseny. Entre otros, Eusebi Güell había suscrito 250 pesetas, Narcís Oller 10 pesetas y los propietarios de “La Renaixensa” la impresión gratis de los talonarios. Por aquella época, Gaudí preparó otro artículo en lengua catalana, dedicado a la vivienda familiar, que nunca fue publicado. Se titula “La casa pairal” –la casa solariega- y parece el marco conceptual de la casa Vicens, cuyo proyecto estaba trazando. Comienza así: “La casa es la pequeña nación de la familia. La familia, como la nación, tiene historia, relaciones exteriores, cambios de gobierno, etcétera. La familia independiente tiene casa propia, la que no lo es tiene casa de alquiler. La casa propia es el país natal, la de alquiler es el país de la emigración; por ello la casa propia es el ideal de todo el mundo. No se concibe la casa propia sin familia, sólo se concibe así la de alquiler.” Más adelante, afirma: “La necesidad de la casa solariega no es sólo de una época y familia determinadas, es la necesidad de todos y de siempre.” Por último, Gaudí describe cómo construiría la casa pairal que propugna: “Figurémonos que un solar del Eixample, (...) está rodeado por una pared, que sostiene el terreno del jardín a la altura suficiente para no ser visto desde la calle, coronada por un pretil calado. Una pequeña galería abierta junto a la puerta interrumpe este terrado. Dentro del solar, por un lateral se desarrolla una larga rampa, camino de carruajes; enfrente se presenta una escalinata, desde cuya cima se descubre el jardín y, por entre el follaje de las albas y de los plátanos, la casa. Las habitaciones, agrupadas según la necesidad de su orientación, forman un conjunto pintoresco. Así, las amplias ventanas de los dormitorios miran a oriente; el despacho y la sala de familia, al mediodía; el comedor de invierno y las salas de visita, a poniente, y al norte, el estudio, el comedor de verano y otras dependencias. Separadas de esta agrupación, y en la misma dirección, están la cocina y sus dependencias auxiliares. Entre el dormitorio y el estudio, sombreado por acacias y laureles, se sorprende un porche ornado de terracotas que sirven de nido a los gorriones del entorno. En el ángulo opuesto, un invernadero de hierro y cristal, jardín de invierno, comunica con las habitaciones de recibo y puede ser habilitado como salón para las grandes fiestas de familia. Por todas partes la sencillez en el interior campea por sistema; el buen gusto, por guía, y la satisfacción de las necesidades y comodidades, por obligación. Todo es formal. Allí se encuentran representados los recuerdos de familia, las gestas históricas, las leyendas de la tierra, las delicadas concepciones de nuestros poetas, los espectáculos y escenas de la madre naturaleza; todo aquello que tiene significación y aprecio. En fin, la casa que imaginamos tiene dos objetivos: primero, por sus condiciones higiénicas, hacer de los que allí crecen y se desarrollan seres fuertes y robustos, y segundo, por las condiciones artísticas, dotarlos, en lo posible, de nuestra proverbial entereza de carácter. En una palabra, hacer de los hijos que en ella nazcan verdaderos hijos de la casa solariega.” Las religiosas de Jesús-María, que tenían confiada la educación de su sobrina Roseta, habían construido un gran colegio en Sant Andreu de Palomar, pueblo vecino a Barcelona, que culminó con una magnífica iglesia neogótica que costó 400.000 pesetas. Para este templo, Gaudí recibió el encargo de construir el altar y el tabernáculo, además de la custodia y las lámparas de iluminación, los sitiales de las monjas y el pavimento. Fue consagrada por el Obispo el 15 de julio de 1881, unos días después de que las monjas hubieran vendido el edificio a los Hermanos Maristas, para instalarse en un nuevo convento-colegio en el paseo de Sant Gervasi de Barcelona, un barrio más seguro. Del altar y el tabernáculo, incendiados durante la Semana Trágica (1909), y de la custodia, no se conocen rastros. El pavimento es de teselas romanas formando calles y cenefas de gusto bizantino o morisco, en las que se insertan las letras J. M., símbolo de la comunidad. La sillería y las cuatro bellísimas lámparas fueron instaladas ya en el nuevo convento de Sant Gervasi. La sillería es de estilo rígidamente gótico. Cada soporte de lámpara está formado por una columna sobre cuyo capitel se asienta un dragón alado que sostiene la lámpara en las fauces. Son de madera dorada y tienen en conjunto forma general de báculo. La Cooperativa Mataronense también se consolidaba. En 1881 apareció el libro póstumo “Obras en Prosa y Verso” de Joaquim Maria Bartrina, que incluía la memoria sobre la Cooperativa que Salvador Pagès le había encargado a principios de 1878. En ella no se menciona a Gaudí, quien, en agosto de 1881, firmó un plano general del solar con sus instalaciones, dibujado en la inédita escala 1 : 666, que muestra otra vez el conocimiento y el aprecio del joven arquitecto por el libro del Apocalipsis. Incluye tanto las ya construidas como las meramente proyectadas. En la fachada de la calle de la Mercè se situaría el casino, retranqueando el cual estaría la entrada de la fábrica, con la báscula y la portería. Ésta se compondría de zona de apuntaciones y vivienda del portero. Seguía una zona ajardinada hasta la fábrica, con un local para valones y batanes, un patio para descarga de algodón y combustibles y un excusado, que daba a la futura calle lateral. Seguía, en la fábrica, las dos plantas de hilados. En el piso superior se hallaba también la sala de bobinas de lana y de mimbre, y en el inferior el taller mecánico. Junto a ello, la sala de generadores, la sala de motores, la sala de plegado y medición de piezas y la sala de tejidos. Adosada, la nave de blanqueo, con las calderas para lejías, la máquina de picar, la de lavar y la escurridora centrífuga. Al final de la fábrica, estaría el depósito de piezas para su expedición. Más allá, estaría el barrio obrero, de quince casas pareadas, o sea treinta viviendas familiares, ordenadas alrededor de un pórtico de reunión de verano y de un pórtico de reunión de invierno. Este plano se imprimió y fue publicado en 1882 como parte del folleto “Reglamento de la Sociedad Cooperativa Mataronense”. Llegó la temporada de baños, que la familia real española quiso pasar en Comillas, circunstancia que se aprovechó para inaugurar el panteón. El 28 de agosto de 1881 el Obispo de Santander bendijo la capilla, asistido de mosén Jacint Verdaguer, capellán del marqués de Comillas. Alfonso XII y su familia cenaron con sus huéspedes en el kiosco diseñado por Gaudí, instalado en el jardín. Tenía un aire hindú, como un templete de elegantísima cúpula sostenida por columnas exentas, finamente labradas. Alrededor de la cúpula, pendían en voladizo campanillas de cristal de colores que, al agitarse por el viento, producían deliciosas armonías. El pabellón disponía de luz eléctrica, estaba alfombrado regiamente y contaba con una gran mesa y una sillería. El centro de la mesa era un hermoso cristal tallado, de un tamaño descomunal, excepcional para la tecnología de la época. El marqués de Comillas había dispuesto un tren especial para el traslado de las piezas y de los operarios que habían de montarlas en el jardín de Comillas, dirigidos por Llorenç Matamala, en representación de Gaudí y de Puntí. Al efectuar la instalación, la víspera de la visita real, se rompió el cristal de la mesa, que tuvo que ser sustituido a toda prisa por una tabla cubierta por un valioso damasco. Gaudí se había esmerado para dejar en buen lugar a su mecenas; el kiosco gustó mucho y fue elogiado por los invitados, que regresaron al año siguiente a Comillas y concedieron al marqués la dignidad de Grande de España. El marqués trató muy bien a los operarios y, agradecido, les ofreció unos días de descanso en Madrid. Ellos prefirieron regresar directamente a Barcelona, con la idea de rehacer el valioso cristal cuanto antes y el marqués envió una muy estimable propina a Puntí para que se la encontraran a su llegada. Al enterarse Gaudí de lo sucedido, comentó: “Es un contratiempo lamentable, pero tiene remedio. Peor hubiera sido un accidente personal, imposible de subsanar”. Pasados unos días, se remitía de nuevo a Comillas el bellísimo cristal tallado. A medida que la Gran Cascada y otras obras del parque de la ex-ciudadela se acababan, merecían la atención de las revistas ilustradas, que las consideraban emblemáticas de la modernización y pujanza de la capital de Catalunya. “La Ilustración”, de Barcelona, publicó el 28 de agosto de 1881 un grabado y un comentario histórico; “La Ilustración Española y Americana”, de Madrid, publicó el 8 de noviembre de 1881 un grabado y un elogioso artículo hacia la Cascada y las puertas, sin mencionar la autoría de Gaudí. “Saludamos –concluye- a la insigne capital de Cataluña, que es digna, por su progreso moral, social y material, de figurar con honra entre los primeros pueblos del mundo civilizado”.

Josep Maria Tarragona, 21-XI-2008
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Última actualización: 06/05/2016