Nacimiento del Catalanismo

En la década de 1880, el catalanismo quiso comenzar a pasar del plano cultural y de la acción cívica al de la política. Para ello, en octubre de 1880, las publicaciones “Lo Gay Saber”, “La Renaixensa”, “La Publicidad”, “La Gaceta de Cataluña” y el “Diari Català” convocaron el Primer Congrés Catalanista. Se inscribieron 1282 personas de Catalunya, Valencia y Mallorca, entre ellas Anton Gaudí, que amaba profundamente a su país y era un buen ciudadano. Coincidió con muchos de sus amigos: arquitectos como Domènech i Montaner o Bonaventura Bassegoda, artistas plásticos como Josep Llimona, literatos como Àngel Guimerà o Narcís Oller, e iniciadores del movimiento excursionista, como Cèsar August Torras. El Congreso no fue eficaz y se dividió en dos grupos: los “no separatistas”, encabezados por Valentí Almirall y su “Diari Català” y los “apolíticos” del grupo de “La Renaixensa”, donde se enmarcaba Gaudí; pero abrió una nueva vía: ir formando la idea de que podía ser posible, como antes de la derrota de 1714, una vida política catalana sin dependencia de la española. Por otra parte, en el gobierno español le tocó el turno a los liberales dinásticos que, dirigidos por Sagasta, se propusieron eliminar el derecho civil catalán y los aranceles con Francia y Gran Bretaña y poner nuevos impuestos a la industria. Este peligro real unió a todos: a los que estaban dentro del sistema de la Restauración: a los conservadores e incluso los liberales del propio partido de Sagasta, como los hermanos Godó, fundadores del periódico “La Vanguardia”; y a los que habían quedado fuera del sistema dinástico: republicanos, carlistas y obreristas. Hubo cierres patronales, incendios de oficinas recaudadoras de impuestos y manifestaciones de desobediencia civil. El gobierno español tuvo que declarar el estado de guerra en Catalunya para reprimir la protesta y la gente, desde el obrero de blusa hasta el burgués de levita, respondió poniéndose una barretina, el gorro típico catalán. La guardia civil salió a caballo por las calles de Barcelona para disolver los grupos que gritaban “Visca Catalunya!”. El obispo de Barcelona, doctor José María de Urquinaona, era senador y viajó a Madrid para hacer una brillante intervención en el Senado, el 5 de mayo de 1882, dictada exclusivamente por el sentimiento de solidaridad con sus diocesanos –era andaluz de nacimiento-, especialmente los obreros y los más pobres, a los que veía amenazados por el paro si se hundía a la industria catalana. El Senado español no le hizo caso y, sacrificando como siempre Catalunya a los intereses de España, aprobó el tratado con Francia, pero el pueblo de Barcelona le recibió triunfalmente a su regreso, acompañándole multitudinariamente con antorchas hasta el palacio episcopal. El turno liberal, además, posibilitó la salida de la clandestinidad del movimiento obrero. En 1881 se reconstituyó en Barcelona la sección española de la Internacional, con el nombre de Federación de Trabajadores de la Región de España (FTRE). Los anarcosindicalistas catalanes desplazaron completamente a los marxistas y reafirmaron la orientación bakuninista del movimiento obrero. Comenzó a publicarse en Barcelona el semanario anarquista “La Tramontana”. Otro efecto del turno liberal fue la colocación, el 25 de septiembre de 1882, aniversario de la Revolución Gloriosa, de la primera piedra del monumento a Prim –el héroe político de Gaudí- en el Parque de la Ciudadela. Y el inicio de la abolición de la esclavitud en Cuba, que fue sustituida en 1880 por un régimen gradualista denominado “patronato”. Fracasado el intento político del Primer Congrès Catalanista, el movimiento catalanista quedó reducido de nuevo a “cuatro locos” que habían soñado que algún día los catalanes tendrían derechos políticos, y que se dedicaban a trabajos históricos y literarios. Hervían en tres o cuatro peñas de café, de las cuales era la más importante la del Pelayo. En el fondo del local, en el ángulo más oscuro, junto al mostrador, se reunían asiduamente en ancha rueda los del grupo de “La Renaixensa”. Allí se encontraban los escritores Guimerà y Oller, el crítico literario Yxart, los arquitectos Domènech i Montaner y Gaudí, y muchos otros literatos, artistas, científicos y ciudadanos que secundaban estas ideas. Una vez al mes, celebraban una cena en un restaurante acreditado, a la que acudían mosén Jacint Verdaguer y mosén Jaume Collell, ideólogo éste último de un nacionalismo catalán de tipo católico, similar al de Irlanda o Polonia, que se expresaba a través de la revista “La Veu de Montserrat”. En junio de 1882 nació el Centre Català, una entidad pre-política que unificaba con objetivos prácticos las dos tendencias manifestadas en el Primer Congrés Catalanista. Uno de sus miembros destacados era el mecenas de Gaudí, Eusebi Güell. Poco después, “La Renaixensa” lanzó la idea de elaborar mediante discusiones públicas un programa concreto de reivindicaciones de la nación catalana, comenzando por su lengua, su derecho civil y su industria, que se condensaría en forma de Exposición al parlamento español. Con este motivo, se convocó el II Congrés Catalanista, que tuvo lugar en junio de 1883 y cuya principal conclusión fue condenar la dependencia de la política catalana respecto de la española; es decir, propugnar la no-militancia en partidos políticos españoles. Finalmente, en enero de 1885, representantes de entidades económicas, políticas, culturales y profesionales, ateneos, asociaciones excursionistas, etc. de toda Catalunya decidieron ejercer unitariamente el derecho de petición, que la Constitución española reconocía, elevando al rey español un memorial que compendiaba y recapitulaba los motivos por los que Catalunya se sentía agraviada. El redactor de la parte económica fue Eusebi Güell. Este “Memorial de Greuges” fue presentado a Alfonso XII en Madrid el 10 de marzo de 1885 por una amplia comisión presidida por mosén Jacint Verdaguer, la personalidad más excelsa del país. El joven Gaudí no tenía entonces ninguna relevancia social como para formar parte de ella. Sí participó, en cambio, Eusebi Güell, que hizo el brindis en el almuerzo que el rey ofreció a los comisionados. Terminó así: “Brindo por nuestra amada Catalunya, deseándole un futuro glorioso, y brindo por la prosperidad de todas las regiones españolas”. Por primera vez desde la derrota de 1714, todas las voluntades catalanas manifestaban conjunta y unánimemente al Estado español que no se podía destruir la vida catalana –su lengua, su derecho civil, su cultura, su historia, su industria- para sustituirla por la del centro de la Península. Alfonso XII se mostró receptivo, pero, llevando una vida privada parecida a la de su madre, murió a los pocos meses. Dejó como regente a su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo-Lorena, embarazada del futuro Alfonso XIII. En el plano internacional, el Congreso de Berlín ratificó el reparto de África que habían llevado a cabo mediante ocupaciones militares las potencias europeas; se iniciaba la rusificación de los países bálticos; y los imperios coloniales francés e inglés crecían por el mundo árabe y Asia. En Reus, se constituyó en 1883 la Associació Catalanista, que a partir de 1884 comenzó a publicar “La Veu del Camp”.

Josep Maria Tarragona, 21-XI-2008
COMENTARIOS



©2013 antonigaudi.org
Todos los derechos reservados.

Última actualización: 06/05/2016