El incendio de 19 de abril de 2011

El martes santo, 19 de abril de 2011, se celebró como cada día la misa de 9 en la Cripta de la Sagrada Família, espacio abierto al culto en 1885 y que desde 1905 cumple las funciones de parroquia del barrio; y al que se accede por una entrada directa desde la calle, no incluida en el recorrido turístico a que da derecho el ticket. Nada llamaba la atención; quizá la piadosa participación de cuatro chicas de Madrid, que tenían previsto visitar la basílica después de la eucaristía, que prolongaron en un rato de oración personal. Los fieles habituales ya se había marchado y sólo quedaban ellas, con la señora Conxa, quien habitualmente cuida de los objetos de culto en la Cripta y que se había ofrecido a guiarlas en la visita cultural a la basílica superior. Fueron a venerar la tumba de Antoni Gaudí, en la capilla de la Virgen del Carmen. En este momento, notaron un fuerte olor a quemado. Pensaron que eran las velas ofrendadas allí por los devotos del arquitecto, pero ardían sin problemas. En seguida se dieron cuenta de que provenía de la sacristía, vecina a la capilla y cerrada tras la celebración. La señora Conxa abrió la puerta. Salió una gran cantidad de humo y, del centro de las llamas, un señor milagrosamente ileso, correctamente vestido, con dos pendientes rojos en las orejas y una mirada extraña –algo así como la del personaje que se pasea por La Pasión de Mel Gibson- sobre una nariz aguileña y una media sonrisa a la que faltaban algunos dientes. Era el pirómano, que profería gritos anticlericales mientras corría hacia la salida de la calle. Las mujeres lo persiguieron, lo alcanzaron y lo encerraron en un despacho parroquial mientras llegaban los guardias de la basílica, la policía y los bomberos. Llevaba un espray inflamable y varios mecheros. Le descubrieron también la campanilla que se usa en la consagración y el cofrecito de metal donde se guarda la llave del sagrario: eran sus trofeos personales, o quizás las pruebas ante sus mandatarios de que él había realizado la acción. -¿Quién te ha enviado? –le interrogó la señora Conxa. Pero el pirómano no respondió; sólo se encogía de hombros y negaba que él hubiera provocado el incendio. Las mujeres habían gastado los dos extintores e intentaron sin conseguirlo alcanzar la manguera, situada más allá de la reja cerrada con llave que hay en la escalera de acceso a la basílica superior. El destrozo de la sacristía era total. En efecto, la maquinaria del aire acondicionado y el cuadro eléctrico general están allí. Ambos acababan de explosionar, haciendo añicos la puerta de la sacristía y el mobiliario, así como gran parte de la instalación eléctrica del templo. Las llamas habían quemado un stock de estampas en más de veinte lenguas para la devoción privada a Antoni Gaudí y todos los libros y objetos litúrgicos, menos uno: el crucifijo. Si no hubiera sido por la permanencia de las madrileñas después de la eucaristía, el pirómano, sólo, habría quemado toda la Cripta. El humo que salía de la sacristía la llenó, ennegreciendo las paredes y las bóvedas de las capillas, entre ellas la de la Virgen del Carmen, donde está enterrado Gaudí. Salía por las ventanas que dan al interior de la basílica superior. El Patronato -que no dispone de vigilancia en la Cripta- ordenó el cierre de la basílica y el desalojo de los mil quinientos turistas que ya habían entrado, lo que se efectuó con gran orden y eficacia. Así pues, las valerosas madrileñas se quedaron de momento sin visita cultural, pero tuvieron una amable conversación con el párroco de la Cripta: -No se preocupe, mosén Lluís. Ahora mismo hemos encargado una casulla y una estola, que le enviarán inmediatamente desde Madrid. Mientras, en la cuenta de la Associació pro Beatificació d’Antoni Gaudí –entidad civil diferente del Patronato del Templo- se recibían quince donativos, que suman más de tres mil euros, mucho más del valor de las estampas quemadas. ¿Qué les parece? Gaudí ha estado activo, sacando bienes –la generosidad de los fieles- del lamentable atentado. Este es el segundo incendio provocado en la Sagrada Família. Hubo unos conatos durante la Setmana Tràgica (27 de julio de 1909), pero los autores, sin que se opusiera fuerza humana alguna, abandonaron espontáneamente sus intentos. En cambio, la Sagrada Família sí fue incendiada el 20 de julio de 1936, con daños muy graves. La Cripta estará cerrada durante unas semanas. Esta mañana, la eucaristía ha tenido lugar en la sala parroquial, otra obra bellísima de Gaudí. Para los próximos días, el cardenal Martínez Sistach ha decidido acertadamente que se celebren los oficios de semana santa y demás liturgias en una capilla absidial de la basílica, cerrando mediante unas mamparas el espacio del ábside y de la girola a los turistas. ¿Qué les parece? Gaudí vela por la santidad del templo.

Josep Maria Tarragona, 20-IV-2011
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Última actualización: 06/05/2016