1875-1876: Muerte de su abuela, de su hermano y de su madre

Pasado el verano de 1875, Anton Gaudí obtuvo en la convocatoria de septiembre unos resultados desiguales. El 13 de septiembre de 1875 suspendió “Topografía teórica y práctica”. Y también suspendió o no se presentó a Mineralogía, Construcción y Teoría del Arte. En cambio, el 21 de septiembre de 1875 aprobó el croquis de Proyectos I, llamada “Dibujo de ensayo de invención de edificios o sus partes”: la “Puerta para un cementerio” de que se había retirado en junio. Anton tenía 23 años cuando se enfrentó a su primer proyecto de tema religioso, que coincidió precisamente con la primera muerte en su entorno familiar. El 8 de noviembre de 1875 falleció en Reus su abuela Rosa “la Calderera”, la matriarca del clan. Tres semanas después, el 30 de noviembre de 1875, el tribunal formado por Joan Torras, August Font y Francesc de Paula del Villar le otorgó Sobresaliente en el desarrollo. Es un dibujo acuarelado de gran calidad y precisión, de estilo neo-románico, como el edificio de la Universidad (obra del director de la Escuela de Arquitectura, Elies Rogent). Gaudí exhibe en esta “Puerta para un cementerio” un conocimiento pormenorizado del libro del Apocalipsis, que ya siempre ejercerá una gran influencia en su obra religiosa; y una sorprendente capacidad para plasmar arquitectónicamente los símbolos, las imágenes y las escenas de la Sagrada Escritura. Así, la puerta de Gaudí es literalmente la que está explicada en el capítulo cuarto del Apocalipsis, completada con una inscripción del capítulo siete y con elementos del capítulo nueve, del capítulo veintiuno y del capítulo veintidós. A finales de 1875, con motivo de la Exposición Universal de Filadelfia, el catedrático de proyectos, August Font, mandó a sus alumnos que dibujaran un pabellón. Gaudí, que a los 18 años se había entusiasmado con la restauración de Poblet, visitó de nuevo, con más serenidad, las glorias de la historia medieval catalana. Leyó la “Crònica” de Ramon Muntaner, el gran texto sobre las gestas de los almogávares, y tomó apuntes para los elementos decorativos y simbólicos de su proyecto de pabellón. Comenzaba a superar la proscripción de la lengua y de la historia de Catalunya y su sustitución por las españolas que le había impuesto el Bachillerato, si bien todavía no había podido aprender a escribir en catalán y tomaba sus notas en español; en todo caso, su privilegiada inteligencia, guiada por un carácter independiente, se saltaba los límites que le había trazado el sistema educativo y exploraba el caldo de cultivo intelectual de la Renaixença. Finalmente, la Escuela no envió el proyecto de pabellón español, que fue adjudicado a la Escuela de Arquitectura de Madrid, pero Gaudí conservó sus apuntes, que le servirían para futuros trabajos. En cambio, sí participó en la Exposición Universal de Filadelfia un cliente de Gaudí, la Cooperativa Mataronense, que exhibió con gran éxito sus productos y obtuvo una Medalla y cuya fábrica de propiedad en Mataró se había inaugurado el 15 de julio de 1875. El 30 de mayo de 1876, Fontserè presentó el proyecto de verja perimetral del Parque, obra íntegramente de Gaudí, que se inauguró el 27 de octubre del mismo año. Mide un kilómetro de largo y tiene 132 columnas y siete puertas. Estas puertas tienen candelabros de luz coronados por el yelmo de Jaime I, un símbolo que Gaudí utilizará con mucha frecuencia. Unos años más tarde, se colocarían las estatuas alegóricas de la Industria, el Comercio, la Agricultura y la Marina. Durante el curso 1875-1876, Anton Gaudí tuvo que buscar más trabajo, además de la colaboración con Fontserè y con la utópica Cooperativa Mataronense. Fue delineante efímero del arquitecto Emilio Sala y Cortés. Y empezó a ayudar a uno de los dos grandes constructores de templos de la Catalunya del momento: Francesc de Paula del Villar, profesor de la Escuela y arquitecto diocesano de Barcelona. Él era el encargado por el abad Miquel Muntadas de ampliar la basílica de Montserrat con un nuevo ábside que tuviera un camarín digno para trasladar allí establemente la venerada imagen, una obra que estaba pendiente desde que se concluyó la basílica renacentista, en tiempos de Felipe II. El proyecto, neo-románico, había sido aprobado en 1871, pero las vicisitudes bélicas, políticas y religiosas no habían permitido iniciarlo hasta el 19 de abril de 1876, cuando el obispo de Barcelona Joaquim Lluch bendijo solemnemente la primera piedra. Gaudí fue contratado por Del Villar como ayudante para diseñar la ornamentación del camarín. Del Villar calificaba su estilo de neo-bizantino; según su concepción del arte y su historia, los estilos medievalizantes eran los más apropiados para una obra cristiana, en contraposición a los neoclásicos, de origen pagano. Gaudí absorbió esta idea de que unos estilos artísticos son cristianos y otros paganos y la desarrollará más adelante en su obra propia. El camarín de Montserrat era una nueva experiencia para el joven Gaudí, con la que entraba en el corazón del catolicismo de Catalunya, como autor del trono de su futura patrona. Se embarcaba en una obra de un presupuesto crecidísimo, esperada durante siglos y que había de permanecer otros tantos, emprendida por un líder ambicioso –el abad Muntadas-, que se iba a hacer a base de limosnas y que comenzaba con la bendición solemne de una primera piedra que contenía algunas monedas, periódicos del día y un acta firmada por los asistentes, y sin otro plazo de ejecución que el dictado por la Providencia. En el proyecto del ábside de Montserrat colaboraron también sus compañeros Cristòfor Cascante, Ubald Iranzo y Francesc Mariné, que simultáneamente trabajaban en el parque de la Ciudadela. Gaudí llevaba la contabilidad del conjunto y él mismo empleó muchas horas, que iba anotando en su dietario, junto a las dedicadas al parque de la Ciudadela, a la Cooperativa Mataronense y a las clases de la Escuela. En aquella época, destacaba entre sus compañeros estudiantes por sus acentuadas modestia, austeridad y laboriosidad. Vestía más sencillamente que los demás estudiantes y con su trabajo ayudaba a su familia, con quienes convivía. Leía mucho, tanto sobre arte como literatura y gozaba asistiendo a conciertos. Aunque era algo atolondrado y le gustaba hacer bromas y celebraba con buenas risas los chistes de doble sentido del color que fuesen, no se le conocían relaciones amorosas ni actitudes o palabras antirreligiosas. Los exámenes de junio de 1876 tuvieron buenos resultados. Se presentó a cinco asignaturas: Una de primero, Topografía; tres de segundo, Mineralogía, Construcción y Teoría del Arte; y una de tercero, Proyectos II. El 8 de junio de 1876, el tribunal formado por Joan Torras, Antoni Rovira y nada menos que Lluís Domènech i Montaner le aprobó “Topografía”, que arrastraba de primero, y la asignatura de segundo “Nociones de Mineralogía y Química de los materiales de construcción, análisis y fabricación de éstos”. El 13 de junio de 1876, el tribunal formado por Francesc de P. del Villar, Serrallach y August Font le concedió Notable en la asignatura de segundo “Manipulación y empleo de materiales, su combinación como medio de construcción y decoración, replanteos, moneas y prácticas de las construcciones civiles e hidráulicas”. El 28 de junio de 1876, el tribunal formado por Elies Rogent, Serrallach y Josep Vilaseca le aprobó la asignatura de segundo “Teoría general del Arte explicada por la exposición y comparación de los diferentes estilos, examen de la construcción y decoración de los edificios y de las obras civiles e hidráulicas antiguas y modernas”. El 30 de junio de 1876, el tribunal formado por Rogent, Vilaseca y Font le concedió Notable en Proyectos II, denominada “Aplicaciones de la teoría del Arte a la invención, distribución y decoración de edificios de segundo orden”. Anton Gaudí no se conformó con el Notable y el 30 de agosto solicitó repetir el examen para mejorarlo a Sobresaliente, nota máxima que había obtenido hacía siete meses en Proyectos I. El verano, no obstante, vino marcado por una nueva muerte, apenas ocho meses después de la de la Calderera. El 1 de julio de 1876 murió en Barcelona su hermano mayor Francesc Gaudí, que acababa de licenciarse en Medicina, con un brillante porvenir profesional en el que estaban puestas las esperanzas económicas de la familia. Con motivo del final de la Tercera Guerra Carlista, Anton fue nombrado benemérito de la patria el 30 de julio de 1876. Una guerra de fuerte componente religioso, al menos por parte de los carlistas, que hizo madurar el pensamiento social de Gaudí. Muchos años después, ya en la vejez, comentaba al joven arquitecto Joan Bergós, su confidente en largos paseos: “La guerra, que lo resuelve todo con la violencia, lleva inevitablemente a la pérdida de la moral; de aquí los fracasos de las cruzadas, de aquí que muchos carlistas con sentido común dejasen de ser carlistas ante el comportamiento abominable de los ejércitos carlistas”. Posiblemente por su situación militar, Gaudí no pudo moverse de Barcelona. El 5 de agosto de 1876 empezó a trabajar como delineante en la sociedad Padrós & Borrás de maquinaria para la industria y representación de casas extranjeras, donde fue compañero del ingeniero Josep M. Serramalera i Aleu, para quien también trabajaría como ayudante. Y el verano acabó con otra muerte: el 8 de septiembre de 1876 falleció, también en Barcelona, su madre, Antònia Cornet i Bertran, a la edad de 63 años, en unas circunstancias que nos son desconocidas.

Josep Maria Tarragona, 31-I-2008
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Última actualización: 06/05/2016