Carles Sentís i Anfruns

Carles Sentís i Anfruns (Barcelona, 9-XII-1911 – Barcelona, 19-VII-2011) fue un periodista y político que cubrió con sus crónicas algunos de los principales acontecimientos del siglo XX: las campañas de De Gaulle en África, la liberación del campo de concentración de Dachau, el Juicio de Nuremberg, la creación de la ONU, etc. Su abuelo Jaume Sentís i Gran era el médico de Riudoms, su tío abuelo Eusebi (1851 – 1921) era el farmacéutico y su tío abuelo Gaietà (Riudoms 1846 – Tarragona, 1922) fue compañero de juegos infantiles de Antoni Gaudí. Gaietà Sentís i Gran fue ordenado sacerdote en 1868 y marchó a León como canónigo y vicario general desde 1876 a 1898. Vivía con su sobrina Gertrudis y, cuando Gaudí viajaba a León para construir la casa de los Botines, se hospedaba con ellos. En Barcelona, en casa de los Sentís se recibía con frecuencia la visita del tío Plàcid Sentís i Vilanova, hermano del padre, que vivía a en Riudoms. Cuando venía a la capital, comía con Antoni Gaudí en la Sagrada Família. Después, tomaba un taxi para ir a casa de su hermano y pedir que por favor le hicieran un par de huevos fritos. Venía con hambre, porque el almuerzo con Gaudí había consistido en una dieta muy frugal, finalizada con frutos secos, en especial avellanas, idolatradas por las gentes de Riudoms. Carles Sentís i Anfruns no conoció a Gaudí. Tenía 14 años el día de su muerte, el 10 de junio de 1926. Su padre le cogió junto a sus hermanos y fueron al Hospital de la Santa Creu. Explicaba así su experiencia: “En la capilla ardiente no había flores ni otras ornamentaciones que las religiosas. Gaudí yacía junto a la misma morgue. (…) No quedó desfigurado porque el tranvía le empelló y murió del golpe, peno fue a parar bajo las ruedas. Vestía un traje oscuro, que en absoluto era andrajoso, como se ha dicho, sino simplemente descuidado. Porque estaba tostado por el sol y el aire de los andamios de la Sagrada Família, su color no tenía la palidez de la cera. Era un gris cobrizo. En contraste con su barba y cabelleras blancas, el tono de su piel le daba como un cierto resplandor. Delante de la capilla ardiente nos detuvimos apenas para una oración, pues había mucha gente. El tiempo suficiente para ver la imagen que por siempre me quedó grabada de un hombre a quien no había visto nunca. Tenía un aspecto de descanso que no evocaba que su defunción la hubiese provocado un atropellamiento.” Y añadía como comentario: “Si Gaudí hubiese sufrido el accidente hoy, se hubiese salvado. Y lo grave es que pienso que también hubiese podido sobrevivir si no hubiese sido víctima del poco cuidado y escasa profesionalidad de la gente que se encargó de él durante las largas primeras horas.”

Josep Maria Tarragona, 23-VII-2011
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Última actualización: 06/05/2016