Montserrat Rius Camps, una religiosa que atendía a Gaudí

Con la sencillez y discreción con que vivió, el sábado 15 de diciembre falleció en su convento de Barcelona la hermana Montserrat Rius i Camps, la más joven de las religiosas que cuidaban de la casa y la ropa de Antoni Gaudí. Había cumplido ciento dos años en julio y conservaba la plena conciencia, a pesar de la enfermedad de los últimos seis años. Montserrat profesó como religiosa en 1927, con la edad mínima requerida entonces, pero había entrado al convento en 1924, a los catorce años. Enseguida fue una de las religiosas que atendían las tareas domésticas de la casa de Gaudí. En 1912 había muerto la sobrina huérfana de Gaudí, Roseta. El arquitecto, que había actuado como un solícito padre adoptivo, sufrió una fuerte depresión, que le obligó a alejarse de Barcelona y de su trabajo durante unos meses. Al retornar, quiso continuar viviendo en la casa del park Güell, que guardaba los recuerdos del padre y de la sobrina. Tenía sesenta años y hacía muchos que había hecho por última vez la corte a una mujer con la intención de casarse. En estas condiciones, no consideró oportuno convivir en aquella casa aislada con Vicenta, la doméstica que hasta entonces había cuidado admirablemente de su padre, de su sobrina y de él mismo. Acordó con los porteros de la Sagrada Familia que le prepararan cada día el almuerzo; y en cuanto a la cena, como es sabido, tomaba por la calle las avellanas o el mendrugo de pan que llevaba en el bolsillo cuando iba y volvía caminando del oratorio de San Felipe Neri. Quedaba la limpieza de la casa y el lavado de la ropa. El arquitecto acudió a la madre Rosa Ojeda, con quien mantenía una relación fraternal. Rosa Ojeda (Vilanova i la Geltrú, 1872 - Barcelona, 1954) había fundado en Horta en 1900 las Carmelitas de San José, dedicadas a la vela de ancianos y enfermos, y decidió prestar este servicio. Cada jueves iban a casa de Gaudí dos religiosas, en dos turnos. A partir de 1924, la más joven era la novicia Montserrat Rius. Seguían dos instrucciones de Gaudí. Al entrar, al pie de la escalera, tenían que decir con voz sonora "Ave María purísima", y el arquitecto contestaba desde arriba "Sin pecado fue concebida". La segunda orden, más tajante, era que ninguna monja podía subir al piso hasta que él hubiera bajado a recibirlas. El arquitecto bajaba ya completamente arreglado y saludaba invariablemente con una sonrisa y un "buenos días, hermanitas". Después del breve diálogo, se despedía: "Bueno, hermanitas, hasta otro día, si Dios quiere". A la hermana Montserrat, le encomendaba muchas veces: "Sobre todo, barra las terracitas". Montserrat recordaba que le gustaba mucho hacerlo, porque Gaudí se lo pedía muy amablemente y las hojas de los árboles podían embolsar las tuberías. Gracias a Montserrat Rius, sabemos o hemos podido corroborar muchos detalles de la vida doméstica de Gaudí. Por ejemplo, que la casa no estaba pintada de rosa, como ahora, sino de ocre, sin llamar la atención en medio de la vegetación boscosa del park Güell. En la casa no había ni una gota de alcohol, de café o de té. La cocina económica no se encendía nunca, y no había ni una botella, ni un vaso, ni una sartén, ni siquiera cubo de la basura. La calefacción tampoco se encendía, y no había agua caliente, aunque el arquitecto se duchaba cada mañana. Gaudí tenía en su habitación un gran crucifijo, un reclinatorio y tres libros: el Evangelio, el Kempis y un devocionario. El arquitecto dormía en un jergón de paja y, un jueves, las religiosas le cambiaron por un colchón de lana. A la semana siguiente, encontraron de nuevo el jergón en la cama sin somier, y el colchón guardado. Nunca se hizo ningún comentario sobre el incidente. Gaudí, que de joven había vestido chaqué y sombrero de copa, había simplificado su vestuario a dos trajes negros de quita y pon, de luto por el padre y la sobrina. Ahora bien, contrariamente a la imagen que algunos han creado de una especie de eremita o bohemio desastrado, siempre llevaba perfectamente cosidos, limpios y planchados la camisa, la americana y los pantalones. Es algo que la Montserrat Rius había tenido que aclarar con una sonrisa pero con firmeza a algunos biógrafos poco escrupulosos y que, por otra parte, se puede comprobar en todas las fotografías. Los trajes estaban muy aprovechados. Cuando la religiosa mayor le decía a Gaudí que alguna pieza estaba demasiado repasada, don Antoni respondía muy amable: "Está tan bien zurcida, que todavía puede pasar". Finalmente, debía ser Domènec Sugranyes, el arquitecto ayudante de Gaudí, quien se ocupara de adquirir un traje nuevo. No había más ropa, si bien los días muy fríos el arquitecto se protegía con papeles de periódico, como había leído que hacían los soldados alemanes en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Montserrat Rius estaba plenamente convencida de la santidad de Antoni Gaudí, y así lo declaró en el proceso de beatificación. "Yo lo veía como san Francisco por la pobreza y como san Antonio por la piedad. No llamaba la atención, era humilde y sencillo y no perdía el tiempo por los bares. Al cruzar la puerta, se persignaba y, pensando que no lo veíamos, se detenía ante la imagen de san Antonio, se descubría el sombrero y rezaba unos instantes." En esta percepción, también influyó la predicación de la madre Rosa Ojeda a sus novicias, con frases como éstas: "Este santo varón sí es pobre de espíritu y tiene pisada la vanidad y la honra, nosotras, que hemos hecho voto de pobreza, tenemos que aprender mucho de él". "Incluso en su porte reluce la pureza". "Hombre de Dios, vive su fe cristiana con profundidad, y la manifiesta en el amor fraterno, la generosidad con los pobres, la limpieza de costumbres y la valentía en confesar su fe". "Estas cualidades y virtudes no se improvisan, y nadie puede adquirirlas, sino está fundado en la fe cristiana y en el amor y santo temor de Dios, como lo está don Antoni Gaudí". Montserrat Rius me dijo en una entrevista hace diez años: -Si Dios me lleva al cielo, espero que don Antoni me vuelva a decir: "Buenos días, hermanita. Sobre todo, barra las terracitas".

Josep Maria Tarragona, 19-XII-2012
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Última actualización: 06/05/2016