El palacio episcopal de Astorga (1889-1893)

En enero de 1887, Gaudí fue llamado a Astorga por el obispo Joan Baptista Grau i Vallespinós, que acababa de ver arder el palacio episcopal. Gaudí quedó muy reconocido a su paisano. Le escribió el 8 de febrero de 1887 para agradecérselo y advirtiéndole que estaba atareadísimo con la Sagrada Família y con la casa Güell, y que no podría viajar a Astorga hasta acabar la morada de su rico admirador. Le envió, pues, un cuestionario para conocer por carta los datos indispensables para el desarrollo del proyecto. Gaudí tardó pocos meses en hacer los planos del nuevo palacio episcopal de Astorga. En julio de 1887 los envió por correo y el Dr. Grau se apresuró a remitir un telegrama: “Gustan muchísimo. Enhorabuena. Espero carta”. La identificación entre ambos reusenses fue total en la aventura que emprendían. El presupuesto ascendía a 150.000 pesetas. En virtud del concordato, correspondía pagarlo al Gobierno de S. M., y por ello era preceptiva la aprobación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que suponía un largo trámite. La Academia designó como ponente al Marqués de Cubas, el autor de la catedral madrileña de La Almudena, quien, dada su reducida formación técnica y manifiesto gusto artístico, era claramente de las personas menos idóneas para entender la revolución técnica y la genialidad artística del joven arquitecto Gaudí. Así, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando puso grandes dificultades al proyecto y exigió a Gaudí una serie de modificaciones, que contrariaron mucho al arquitecto. No obstante, por amistad con el Dr. Grau, Gaudí siguió adelante y el 24 de junio de 1889 se puso solemnemente la primera piedra. El edificio viene a ser una simbiosis de templo episcopal y de fortaleza señorial. Sus formas interiores y exteriores, dibujadas por Berenguer en el lejano despacho de la Sagrada Família, son increíblemente castellanas del todo y, a la vez, ajenas a cualquier voluble exornación típica de la arquitectura castellana cuando decae o degenera; son un fruto preciso y exquisito del conocimiento íntimo del alma de Castilla y León que tenía el catalán Gaudí. Durante el verano y el otoño de 1889, se hizo el semisótano. Es una sola estancia, una gigantesca cueva de belleza impresionante, acrecentada por la penumbra que lo invade. El año siguiente, 1890, se construyó la planta baja. Su elemento más característico es el triple arco abocinado de la entrada, que fue montado personalmente por Gaudí. Entre 1891 y 1893, se hizo la planta noble. Esta planta maravillosa es lo que Gaudí entendía propiamente como “palacio o morada del obispo”, destinado a su amigo el Dr. Grau. La decoración es abundantísima y la pieza clave y esencial es la capilla. Se trata de un espacio de unas proporciones exquisitas y una delicada ejecución, que invita al alma sensible a rezar. En los torreones exteriores, Gaudí grabó los escudos de Mons. Grau i Vallespinós. El arquitecto viajaba frecuentemente a Astorga, donde era mal recibido por las fuerzas vivas de la pequeña ciudad y muy bien acogido por el Dr. Grau. Criticaban a Gaudí que tuviera dos encargados y el arquitecto se defendía: -Hago como el empresario que tenía dos tenores en la compañía y le preguntaban por qué lo hacía: para que cante el otro. El 18 de septiembre de 1893, falleció el Dr. Grau y esto supuso la interrupción de las obras. Gaudí dimitió el 4 de noviembre de 1893 y, al marcharse expulsado por el Cabildo y por la opinión pública, el arquitecto dijo la siguiente frase profética, con la que dio por liquidado el asunto: «Serán incapaces de acabarlo y capaces de dejarlo interrumpido». En efecto, el Cabildo buscó nuevos profesionales, que no pudieron vencer la dificultad enorme de dar a los elementos arquitectónicos semiconstruidos el aliento genial con que salían de las manos de Gaudí; y además no lograron entender qué había hecho técnicamente y se equivocaron de lleno al continuar. Así, al retirar una pared se derrumbaron las bóvedas, circunstancia que se aprovechó para divulgar a los cuatro vientos que Gaudí era un incompetente. Las obras quedaron interrumpidas indefinidamente. Muchos años después, se acabaron con una cubierta digna, aunque poco gaudiniana. El edificio alberga desde 1962 el Museo de los Caminos.

Josep Maria Tarragona, 9-XII-2008
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Última actualización: 06/05/2016